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Del Diario de K'harti III

 

por Yván Ricardo Ecarri

 

»No sé cuánto dormí, pero desperté apaciblemente y pude ver que el sol aún no alcanzaba el cenit. Me levanté y miré en todas direcciones con intención de orientarme y regresar al barco. Entonces lo ví: un hombre ataviado con túnicas blancas, ceñida a la cintura con un cinto dorado, de espaldas a mí, caminaba alejándose del pozo.

 

»A la sazón, lo seguí apresuradamente, intrigado por la presencia de un hombre, un hombre seguramente religioso, en aquel paraje solitario, pero tan pronto di unas zancadas tras de él desapareció oculto a mi vista por un matorral en un recodo, y no volví a verlo.

 

»No podía dar crédito. El camino, de allí, se extendía recto hasta llegar a la montaña, a la que ascendía serpenteando. Sin embargo, del hombre alto de la preciosa túnica blanca no habían ni siquiera huellas en la arena.

»Recorrí una y otra vez el pedazo de camino entre el pozo y la explanada, atisbando por entre los matorrales la presencia de algún sendero oculto o alguna huella, pero todo fue en vano. Entonces me encaminé.

 

»Me encaminé inconsciente de las consecuencias de mi decisión, pues, tras mi partida, mi gente y la tripulación del barco habrían de darme por muerto y de abandonarme en aquel misterioso lar. Muchos años después comprendería la realidad de aquel destino, pues ellos nunca dieron con el sendero de la montaña, ni pudieron seguir mi pista, ni nunca más navegante intencionado dió con el emplazamiento de aquel islote, creído al sur de Mah'txís, inalcanzable y obtuso a cualquiera que no fuera decididamente invitado a llegar a él por sus nobles habitantes.

 

(02-11-1996)

 

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