Asociación Venezolana de Ciencia Ficción y Fantasía
Crónicas de Oxerai I
Del Archipiélago
por William Trabacilo
¿Cómo me convertí en un Cronista de Lo Antiguo? Circunstancias, supongo. Hechos que se fueron encadenando, relacionando, continuando, hasta convertirme en lo que soy. Pero si me apuran, diría que todo se inició cuando supe del Archipiélago.
Mi nombre es Mediqiam Deborz, pero fui llamado Da Rimme (El que busca) por los de Oxerai, El Archipiélago Lejano, según su costumbre de apodar a los forasteros.
Por aquella época aspiraba convertirme en escribano del Gobernador de Costa Gris. Iba cerca de la costa, montando una joven y veloz dijara. Me dirigía al cercano puerto de Ibea, de donde partiría a la apacible isla de Maxa. Allí un amigo bibliotecario me reservaba un ejemplar de "Los Desconocimientos", libro anónimo que postulaba la incapacidad de los Señores Antiguos para controlar algunas de sus creaciones. También postulaba que el trabajo de los Señores estaba incompleto, y que también podía destruirse. Así que yo debía buscar el libro para llevarlo al Gobernador, que lo evaluaría, y seguramente lo destruiría.
Me detuve para tomar un refrigerio. En fin, no había apuro; podía tomarme dos yías para descansar. Me distraje un poco cerca de la playa, contemplando el cielo, el mar...
Y allí estaba la embarcación. Encallada en una lengua de rocas, una pequeña nave de un tipo que nunca había visto. Me acerqué a ella trepando las grandes piedras. Mas cerca, quedé maravillado de su resistente apariencia y compleja estructura en un tamaño tan reducido.
Los que la habían construido sabían su trabajo, y estaban habituados a los viajes largos. Subí a cubierta. Las velas se encontraban deterioradas por la intemperie. Habían asustadizos murios que huían despavoridos ante mis pisadas. Todo parecía normal en una nave encallada, hasta que el olor...
Penetré en la cámara. La escasa luz iluminaba un cuadro horrendo: un viejo, seguramente el único tripulante, yacía inmovil en el suelo. Estaba rodeado de murios que le habían comido un pie y una mano. Como pude espanté a los animalejos. Controlando las nauseas, me acerqué al cuerpo, para ver si...
El rápido movimiento me sorprendió. Con la mano sana, el viejo hizo una férrea presa en mi brazo. Fijó sus ojos en mí. Sentí una presencia dentro de mi cabeza que escrutaba, inquiría...
-¡Gracias a los Señores! Tú eres un Cronista -retumbó la voz del viejo en mi cerebro.
-No, anciano, te equivocas -balbucí.
-¡Calla! Escucha: estoy a punto de irme. No vayas a Era Maxa; tu amigo está muerto, y el libro fue quemado. Te esperan en Ibea para apresarte y matarte también. El Mago de Costa Gris conoce tu destino, y yo lo sé porque también soy Mago... o al menos lo fui.
"Busca en el baúl la bolsa con piedras. Son Piedras de Memoria. Revisa las grabadas para conocer lo que sucedió en Oxerai, y por qué estoy aquí. Las demás están sin usar. Siéntete libre de narrar en ellas lo que llegues a saber. Llevo al cuello la cadena para usar las piedras... Hazme un favor: quema este barco cuando te vayas, conmigo incluído; los murios multiplican mi agonía.
-¡Espera! ¿Cuál es mi destino? ¿Por qué quieren matarme?
-Buscarás y divulgarás la verdad... Ahora llévate las piedras y vete.
El viejo me soltó. Le quité la cadena, y mareado, busqué en el baúl la bolsa. También tomé un pequeño disco con algo que parecía un emblema. Dando tumbos, salí de la cámara y salté a tierra.
Una vez afuera, no pude evitar las arcadas.
(09-09-1996)