top of page

Crónicas de Oxerai II

Enmienda

 

por William Trabacilo

 

Monté la dijara y comencé a desandar el camino. Tenía la extraña sensación de que la advertencia del Viejo no era falsa. Atrás, los ímpetus del incendio de la nave disminuían.

 

"Pobre viejo", pensé. Al menos ya no lo molestarían los murios. ¿Quién era, y de dónde venía? ¿Por qué me había llamado Cronista? ¿De qué manera podía saber que me querían matar? ¿Qué era Oxerai? Preguntas, preguntas. Esperaba que las respuestas se hallasen en las Piedras de Memoria.

 

Piedras de Memoria. Una vez confisqué un libro que hablaba sobre ellas: como usarlas, su historia. Los Señores Antiguos, se decía, las habían creado para nuestro uso y disfrute. Y las habían dispersado por todo el mundo, entre las piedras comunes. Pero la verdad, yo nunca había visto una antes de ese momento, y sólo sabía que las usaban los Magos. Un condiscípulo llamado Derren me reconvino por tales lecturas. Tenía miedo de los Magos; se puso casi histérico y tuve que destruir el libro. Pero aprendí algunas cosas.

 

Entonces me detuve. Si seguía el camino, llegaría lejos de la costa a la encrucijada. Al norte, estaba Dancré, la capital de Costa Gris. Al sur, algo más lejos, encontraría el puerto de Mam Fabbo. Ambos sitios eran demasiado céntricos si El Viejo tenía razón e iban a matarme. Mi única opción era continuar por la costa, y pernoctar en uno de los albergues de las afueras de Adarí, el pequeño pueblo pesquero.

 

 

-O-

 

 

Era casi de noche cuando llegué, así que sólo tuve que tomar una cena ligera antes de retirarme a mi cuarto. Realmente tenía curiosidad por examinar las piedras. Me hice con una lámpara del pasillo, y con ella iluminé la habitación. Alisé las sábanas sobre la cama, y fui colocando en ella las piedras, una por una, a medida que las extraía de la alforja.

 

Hice un grupo de piedras azul claro: las que estaban sin usar. Otro grupo lo conformaban las azul oscuro; estas contenían memoria. Me intrigaron sobremanera dos piedras aparte: la que estaba engastada en la cadena del viejo era verde, y parecía tener memoria. La otra era negra, y tenía grabado en relieve un escudo idéntico al del disco que extraje del baúl. Por lo que había leido y visto sobre las piedras, pensaba que todas eran azules; posiblemente un color distinto implicase un uso distinto...

 

Decidí comenzar por lo sencillo: examinaría las piedras azules, que parecían tener información más básica. Escogí una al azar. Desengasté la piedra verde de la cadena, y en su lugar coloqué la azul. Acto seguido, me puse la cadena al cuello, y de esta guisa, tomé la piedra con ambas manos. De acuerdo a lo que sabía, había que mirar fijamente, hasta que...

 

Una oleada de imágenes, sensaciones, olores y voces invadió mi mente. Empecé a recordar eventos pasados, pero de una manera rara. Eran sucesos acaecidos en fechas imposibles: estaba seguro de que yo no había nacido cuando sucedieron. Sólo entonces caí en cuenta.

 

Eran recuerdos que El Viejo había puesto en la piedra. En instantes, toda una serie de eventos que había seleccionado pasaron a mi memoria, tal como El Viejo los recordaba. Tomé otra piedra, y lo mismo. Los hechos se acomodaron en mi mente como si yo los hubiera vivido. Y así seguí con las dieciséis piedras. No las tomaba en el orden en que las usó El Viejo, pero los recuerdos de cada una se fueron acomodando en mi mente en el orden cronológico correcto.

 

Al terminar, tenía una visión clara de qué había traido al Viejo a Costa Gris. Decidí descansar.

 

(24-09-1996)

 

bottom of page